Así como en las reuniones familiares que se celebran por estas fechas, siempre hay un cenizo, al que le bastan ofensas históricas, alcohol en demasía o, sencillamente, divergencias futboleras, para montar la marimorena, sin que ni miradas ni codazos de los más allegados le persuadan para desistir de su actitud, que abochorna e indigna a todos, los independentistas catalanes, sin dejar adormecer su ímpetu con eso que ha venido en llamarse “espíritu navideño”, han proclamado a los cuatro vientos su deseo ferviente es que los Reyes Magos dejen en sus chimeneas un certificado que les acredite como ciudadanos de una nación que no es España, dispuestos a emprender la aventura de consolidarse como un nuevo espacio de convivencia, desoyendo cuantas razones y guiños le vienen de fuera, aunque provengan de dirigentes elegidos democráticamente.
Nada que nos cause sorpresa de quienes han llegado a utilizar niñas y niños para que proclamen su ferviente deseo de una Cataluña independiente, lo que constituye un exceso imperdonable al implantar en su mente virgen la semilla de la discordia y la desavenencia, sin olvidar el ostracismo a que los someten quienes con un cinismo insano y grosero, pretenden conseguir que los demás paguemos sus platos rotos, simulando ardores nacionalistas que, de forma sistemática, han venido apareciendo en la historia cada vez que el sistema central de gobierno atraviesa una crisis como la de ahora. Es el síndrome de algunas autonomías periféricas, agazapadas en las ventajas que han venido obteniendo para sostener gobiernos de uno u otro signo, que ahora ven como aquellos pollitos, que parecían de algodón, se han convertido en gallos de pelea, que ya no respetan a la gallina de los antiguos y soñados huevos de oro.
Como tampoco nos llevaríamos las manos a la cabeza, si, dado lo aficionados que son a practicar “ el corro de la patata”, para que el mundo se entere de su ánimo independentista, utilizaran el árbol de navidad para esos fines; sería hasta congruente, para no perder comba.
Se equivocan si han pretendido aguar unas Fiestas, que ya de por sí están encogidas de miedo por la dichosa crisis, y se llaman a engaño creyendo que se puede paliar la situación desastrosa que atraviesan con alguno de los remedios económicos que siempre han calmado su fingida ira independentista; tendrán que pechar, como los demás, con la angustia de “ no tener” y “buscar soluciones”, que desde luego no pasan porque “vayan a su bola” , ya que de lo contrario les puede pasar como al cuento del lobo, que por no aparecer en muchas ocasiones, pese a ser anunciado por los catastrofistas, en esta ocasión puede no sólo aparecer, sino llevarse “por delante” todo el rebaño.
Por cierto, y para no herir susceptibilidades, el lobo no será ningún poder coactivo, sino la propia lógica de mercado y la solidaridad de las naciones que componen Europa, que no permitirán veleidades de ningún tipo.
Felices Fiestas a todos.